Flandes era uno de los destinos que tenía desde hace ya mucho tiempo en el punto de mira para viajar. Sin embargo, por unas cosas u otras, continuaba posponiendo mi visita a esta región de Bélgica, el corazón de la Unión Europea, el país de Tintín, del Manekin Pis, del chocolate, de las más de 500 variedades de cerveza y de uno de mis grupos de música favoritos: Hooverphonic.
Plaza Mayor de Amberes |
Pero el día de viajar a Bélgica llegó hace un par de semanas, cuando comenzaron mis aventuras por Flandes. En total fueron 7 días recorriendo las "ciudades del arte" de Flandes: Bruselas, Lovaina, Gante, Brujas, Malinas y Amberes.
Todo comenzó en el aeropuerto de Barcelona (donde casi siempre empiezan mis viajes), lugar en que tomé el avión con destino al Aeropuerto Internacional de Bruselas (Zaventem). Tras un apacible vuelo de no más de 2 horas (curioso que pueda llegar antes al corazón de Europa que a mi querido pueblito jiennense que me vio nacer: Villacarrillo), en el que pude ver amanecer sobre algún punto de la geografía de Francia, aterrizamos en la capital belga. Me recibió un día gris, con las pistas del aeropuerto mojadas, señal de que había llovido (no tanto como llovería a los pocos días, con el paso de la tormenta "Christian").
Amanecer desde el avión |
El aeropuerto de Bruselas cuenta con una estación de tren que conecta con la ciudad de Bruselas, además de con otras ciudades belgas. Allí compré el Rail Pass de la SNCB, la compañía nacional de ferrocarriles de Bélgica. Este pase de tren, del que hablaré con más exactitud en otro post, me permitió moverme en tren por Bélgica con una facilidad y rapidez increíble.
En Bruselas me alojé en la zona oeste de la ciudad, justo rozando el municipio de Anderlecht. Establecí Bruselas como base para mis excursiones a las distintas ciudades de Flandes, ya que su posición céntrica hace que casi todos los lugares de interés se encuentren a menos de una hora en tren. Esto, unido a la gran frecuencia con que pasaban los trenes hacia las ciudades que iba a visitar, facilitaron mucho los desplazamientos y me ahorré mucho tiempo.
En Bruselas me dediqué a patear la ciudad y perderme en ella, lo que más me gusta hacer cuando voy de viaje a algún lugar nuevo.
Caminando me encontré con numerosos murales en las fachadas que forman parte de la Ruta Cómic de Bruselas.
Mural de la Ruta del Cómic de Bruselas |
Pude comer chocolate belga (mmmm, se me hace la boca agua), ver el famoso Manekin Pis y pasear por la zona de las instituciones europeas. Increíble la sensación que tuve al estar delante del Consejo de Europa, la Comisión Europea o el Parlamento Europeo... Hay tantas cosas que afectan a millones de personas y que se deciden ahí... Sin embargo, me fui con un poco de sabor agridulce, ya que no pude visitar el Parlamento Europeo porque las visitas guiadas estaban canceladas debido a inspección técnica (ya tengo motivo para volver de nuevo).
Atomium |
También pude visitar uno de los símbolos de Bruselas: el Atomium. El precio que tuve que pagar fue un chaparrón increíble de 10 minutos, tras el cual el sol volvió a lucir de nuevo.
Grand Place de Bruselas |
No obstante, uno de los lugares que me dejó con la boca abierta en Bruselas fue la Grand Place, digna de visitar a cualquier hora del día, por la mañana temprano, casi desierta; al mediodía, atestada de turistas; o por la noche, cuando poco a poco la plaza se prepara para dormir y empieza a vaciarse.
Grand Place de Bruselas |
Y tras conocer la capital de Bélgica, empecé mi viaje por las ciudades principales de Flandes.
Mi primera parada fue en Lovaina (Leuven en flamenco), ubicada a unos 25 minutos en tren de Bruselas. Es la ciudad universitaria de Flandes por excelencia. Su universidad fue fundada en 1425 y en ella impartió clase el mismísimo Erasmo de Rotterdam.
Biblioteca de Lovaina |
Sin duda, uno de los lugares más conocidos de la ciudad es Grotte Markt o Plaza Mayor, rodeada de edificios del siglo XV. Uno de los más impactantes que he visto nunca es el Ayuntamiento, una obra maestra del gótico barbantino.
Ayuntamiento de Lovaina |
Al día siguiente puse rumbo para las joyas de la corona de Flandes: Brujas (a una hora en tren de Bruselas) y Gante (a unos 35 minutos de Bruselas).
Brujas (Brugge en flamenco) es una ciudad relativamente pequeña cuyo encanto es directamente proporcional a los turistas que la visitan. Fue la primera capital del Condado de Flandes hace 800 años y su centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, conserva multitud de estructuras arquitectónicas medievales. Se la conoce también, al igual que Ámsterdam, como la Venecia del norte, por los canalitos que la surcan. Sin duda lo mejor para conocer Brujas es caminar y perderse por sus callejuelas y canales.
Brujas, Flandes |
El campanario de Brujas, que con sus 83 metros de altura domina toda la ciudad, y el Burg (fortín) son también dos de los lugares más famosos de la ciudad.
Campanario de Brujas |
Gante (Gent en flamenco) es, como la hermana mayor de Brujas. De hecho, en el siglo XVI fue la segunda ciudad más grande de Europa al norte de los Alpes (después de París). En esta ciudad nació el rey Carlos I de España.
Gante fue uno de los grandes descubrimientos del viaje por Flandes. No esperaba mucho de la ciudad, eclipsada por la fama merecida de Brujas, pero una vez allí, me quedé bastante impresionado por su monumentalidad. Una de las imágenes más bonitas de Gante que tengo grabada es la que hay desde el puente de San Miguel sobre el río Leie. Desde allí se pueden ver los primeros puertos comerciales de la ciudad y los edificios, en su mayoría del siglo XVII, que se asoman al canal.
Edificios del siglo XVII junto al canal en Gante |
En la catedral de Gante (llamada de San Bavón) se encuentra una de las joyas del arte flamenco: el retablo de la Adoración del Cordero Místico, de los hermanos Van Eyck.
Calles de Gante y su catedral de San Bavón |
Tras la visita de Gante y Brujas, fui a Malinas (Mechelen en flamenco), ciudad que fue la capital de los Países Bajos en la época de los duques de Borgoña y donde fue educado Carlos I. Hoy día es la capital eclesiástica de Bélgica.
Plaza Mayor y Ayuntamiento de Malinas |
Malinas (a unos 20 minutos en tren desde Bruselas) fue uno de los lugares más tranquilos de todos en los que estuve en Bélgica. Es una ciudad de casi 79000 habitantes que destaca por su pintoresca Plaza Mayor y el campanario de la catedral de San Rumoldo, una torre de 97 metros de altura que alberga 2 carrillones de 43 campanas cada uno.
Campanario de la catedral de San Rumoldo, Malinas |
La última ciudad flamenca que visité fue Amberes (Antwerpen en flamenco). Está a unos 45-60 minutos de Bruselas en tren, tiene unos 500 000 habitantes y es la segunda ciudad más importante de Flandes.
La impresión que tuve de Amberes es la de una ciudad muy activa, con mucho movimiento, dinámica, en comparación al resto de ciudades de Flandes que había visitado. En ella pasó gran parte de su vida el pintor Rubens, cuyas obras se pueden contemplar en algunos edificios de la ciudad, como en la Catedral de Amberes, una de las iglesias góticas más importantes de Europa.
Catedral de Amberes |
Otra de las joyas de Amberes es su Plaza Mayor, rodeada de edificios gremiales de los siglos XVI-XVII, el Ayuntamiento y la estatua de Brabo, quien, según la leyenda fundó la ciudad venciendo al tirano Antigón.
Plaza Mayor de Amberes |
Tras la visita de Amberes, acababa nuestro viaje por Flandes y comenzaba una nueva aventura: Holanda, pero eso ya es otra historia que contaré más adelante.
Hola gente. Esto no es publicidad, soy una persona real jaja. Si son viajeros empedernidos les recomiendo leer el cuento "El despertar de Nilsine". Está en versión digital. Se van a identificar tanto! Es corto pero resume nuestra vida. Felicitaciones por el blog.
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