Duermo, estoy tranquilo, percibo una calma muy especial que hacía tiempo que no sentía. Sin embargo, hay algo que suena a mi alrededor. Este sonido, rítmico y familiar empieza a arrastrarme poco a poco de los brazos de Morfeo. Es un sonido que tengo interiorizado, como el susurro de mi madre cuando me despertaba de niño o los pasos de mi padre bajando las escaleras al irse a trabajar. Poco a poco, empiezo a cruzar el umbral que delimita el sueño de la realidad. No sé muy bien dónde me encuentro. Intento pensar. Agudizo el oído y por fin se aclara todo. Están sonando unas campanas, las mismas que he escuchado durante 28 años (cómo no me iban a ser familiares...), esas campanas que miran a mi pueblo, Villacarrillo, asomadas desde lo más alto de la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una de las grandes joyas del Renacimiento andaluz. Abro los ojos, estoy en casa, en mi casa de toda la vida, por fin he vuelto a dormir en mi cama.
Fachada de la iglesia de la Asunción de Villacarrillo |
Gracias a mi adicción a los viajes he tenido la suerte de poder despertar en muchos lugares del mundo, como China, Japón, Cuba... Pero como despertarse en la casa de uno, no hay nada. Ese olor a pan que proviene de la panadería de al lado, el sonido de la vecina regando la puerta, el traqueteo del camión de las bombonas de butano... Todo esto forma parte de mí. Al igual que el repicar de las campanas de la iglesia que inunda los alrededores del templo, del casco antiguo y de las callejuelas del Cerro del Águila, una de las zonas más altas de Villacarrillo.
Desde pequeño, siempre he tenido una curiosidad especial por la torre de la iglesia. La habré visto cientos y cientos de veces desde diversas perspectivas, justo desde abajo, desde un lado, desde otro, desde la plaza Juan XXIII mientras jugaba a tenis bajo su atenta mirada, desde cerca, desde lejos, desde muy lejos a varios kilómetros de distancia... Pero nunca la había visto desde dentro.
Cuando era pequeño, me maravillaba con las historias que me contaban mis tíos, mi abuelo u otras personas que sí que habían subido: "aquello está muy oscuro", "¡pasé mucho miedo! ¡Había murciélagos!", "es atronador el ruido de las campanas mientras subes"... Cuantas más cosas me decían, más ganas me entraban de poder subir algún día hasta lo más alto, ascender por las escaleras, escuchar el oscuro silencio y admirar Villacarrillo a mis pies, a 56 metros de altura.
Pues bien, ese día llegó. Estaba nervioso, como cuando un niño está esperando el regalo de reyes. Me encontraba en la sacristía, linterna en mano, siguiendo las recomendaciones que me hicieron, ya que hay tramos en los que la luz no existe.
Y tras unos pocos minutos de espera, una vez pasadas las 12 de la mañana, empecé a subir por el interior de la torre de la iglesia de la Asunción, para mí la seña de identidad de Villacarrillo, su estandarte que, al ser visible a muchos kilómetros a la redonda, empieza a dar la bienvenida al viajero mucho antes de llegar.
Los primeros tramos son fáciles. Empiezas a subir por el interior de la torre inacabada, la opuesta a la torre donde están las campanas. Por aquí, la luz entra por las pequeñas ventanas que atestiguan el pasado de fortaleza que tuvo en su día.
Llegué a la primera parada, al lugar donde se encuentra la bella balconada renacentista sobre la Puerta del Sol de la iglesia. Por ahí también pude ver lo que queda de la "matraca", una campana de madera muy antigua de la que muchos lugareños se acordarán. Aquella que tocaban en Semana Santa (el jueves, viernes y sábado).
Balconada renacentista |
Tras esta pausa, continué ascendiendo, ahora sí, por la torre donde están las campanas. Conforme iba subiendo, las escaleras se iban estrechando e inclinando cada vez más, al mismo tiempo de que la luz iba desapareciendo y había más y más olor a palomas.Era el momento de usar la linterna.
Faltaba poco para llegar arriba del todo. El último tramo se efectúa a través de una escalera de caracol que me recordó mucho a la que vi en las ruinas de la iglesia de Santa María de Cazorla, obra supuestamente también del arquitecto del Renacimiento andaluz Andrés de Vandelvira.
Empezaba a ver de nuevo la luz, estaba a unos metros del techo de Villacarrillo.
Llegué y por fin vi esas campanas de cerca. Campanas muy grandes, con nombres: la de la Asunción, la de San José, la del Rosario, la del Santísimo Cristo, la de Santa Bárbara... Parecía mentira que después de tantos años esperando, por fin estuviera ahí.
Contemplando mi pueblo, los olivares de Jaén al fondo, la Sierra de las Villas, Iznatoraf... Incluso podía ver mi casa y a mi madre en la terraza saludándome.
Vistas de Villacarrillo desde la torre de la Iglesia de la Asunción |
Recuerdo también que hacía mucho viento, el aire entraba por todos lados y, en una de esas fuertes rachas, me acordé de un suceso que ocurrió en aquella torre muchos años atrás, cuando un niño cayó desde aquella altura al suelo sin que le pasara nada. En la fachada de la torre hay también una inscripción que hace referencia a este hecho.
No sé cuánto tiempo estuve allí arriba, tomando fotos, mirando los detalles de las campanas.
Localizando edificios importantes del pueblo, como el del Ayuntamiento.
Vistas de Villacarrillo desde la torre de la Iglesia de la Asunción |
Era el momento de bajar, de deshacer el camino, ese que tanta gente y tantos niños habían hecho décadas atrás, cuando las campanas se tocaban de manera manual. Niños que ahora ya no lo son tanto, chiquillos que algunos no están ya ni siquiera entre nosotros, niños que tuvieron que dejar su casa y su ciudad, pero que, como yo, siempre llevan consigo esa imagen de la torre de la iglesia de Villacarrillo.
Estos recuerdos me llevan a pensar que próximamente se hará un homenaje a los emigrantes en Villacarrillo al que no podré asistir. Sólo llevo 5 años fuera de mi tierra y sé que poco tengo que ver con la gente que tuvo que abandonar el pueblo hace unas décadas y lleva más de media vida fuera. Sin embargo, pertenezco a esta nueva generación de emigrantes que tenemos/hemos tenido que abandonar nuestra casa en busca de trabajo y de un futuro mejor, intentando esquivar el hachazo que la crisis está asestando a nuestro país en general y a nuestros pueblos en particular.
Vistas de Villacarrillo desde la torre de la Iglesia de la Asunción |
No me puedo comparar con ellos. La situación es distinta, pero tenemos una cosa en común: la nostalgia. La nostalgia de la familia, la nostalgia de los amigos (¡menudas fiestas y tardes de pipas!), la nostalgia de los olores (ese olor a incienso en Semana Santa), la de los sabores (lo que daría por un ajo harina) y la de los sonidos (cierro los ojos y se me viene a la cabeza la melodía del afilador...). La nostalgia de las sensaciones, de ver caer la nieve a través de la ventana y sentarse junto al brasero, de volver a casa en las noches de verano y saludar a los vecinos que se agrupan para charlar y tomar el fresco hasta la madrugada, de despertarse con el sonido de las campanas...
Vistas de Villacarrillo desde la torre de la Iglesia de la Asunción |
Que decirte... que no te haya dicho ya en otras ocasiones. Una perfecta descripción de "nuestra torre" en todos los aspectos. Una estupenda prosa que nos acerca a nuestros recuerdos pasados de forma casi imperceptible...Genial, como siempre.
ResponderEliminarSaludos.
precioso
ResponderEliminarUn gran homenaje al pueblo de Villacarrillo y un gran post. Enhorabuena!!
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios!
ResponderEliminarYa veo que en este post en el que he hablado más con el corazón que con datos objetivos ha gustado bastante ;)
Casi me haces llorar! La del granizado.
ResponderEliminarhermosa entrada y fotos excelentes , sobre todo la segunda, abrazo viajero
ResponderEliminarPor lo que veo también ha tocado la fibra sensible, jeje.
ResponderEliminarGracias de nuevo.
Saludos!
Qué bonito, José, he llorado de verdad. Me he emocionado y ya no tengo espera por ir a conocer tu pueblo, tu Jaén. Qué belleza tenemos tan cerca y sin embargo nos vamos siempre tan lejos!
ResponderEliminarMe encanta lo que escribes y como escribes. Voy a seguir leyendo, me paso aquí el sábado entero descubriendo todos tus "destinos".
Otra adicta a tu blog!
Montse
Olé! Otra adicta más para el grupo, jeje! Gracias por tu comentario, Montse, la verdad es que este tipo de palabras me animan a seguir escribiendo y compartiendo tanto aventuras como pequeños pedacitos que forman parte de mí.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte y... espero que hayas pasado un buen sábado leyendo, jeje!
Je profite de faire un tour sur ton joli blog pour te faire un petit bonjour ! Encore une fois, ravie d'avoir fait ta connaissance. Bisous.
ResponderEliminarIsabelle Bonneau
Isabelle! Merci de lire ma petite création, mon petit fils comme je dis, hehe!
ResponderEliminarJ'espère que tu as apprécié ton tour sur le blog!
Un gros bisous et enchanté de t'avoir connue!
:)
Si gracias, empiezo mi viaje en tu blog ! A mi me gustan los viajes tambien, tres veces en España este año : un país que amo y hice encuentros con gente formidable... ;-)
ResponderEliminarVoy a volver .
Bienvenida Isabelle!
ResponderEliminarSiempre que vengas por España serás bienvenida!
Un saludo muy grande y encantado de haberte conocido!
Buenos días Jose Luis, magnifico reportarte y increibles fotos. Me gustaria usar tus fotografías en un cartel, me permites usarlas?
ResponderEliminarHola, Iván! Encantado de que te haya gustado el post! Escríbeme al siguiente email de contacto y hablamos sobre lo de las fotos: adictosalosviajes[arroba]gmail.com
ResponderEliminarUn saludo!