Ver un amanecer en el desierto es una de esas cosas que estaban en mi lista de cosas que tengo que hacer en la vida, como ver auroras boreales. Digo estaba porque se puede decir que ya he presenciado la salida del sol en el Sáhara. Fue algo más o menos circunstancial, por lo que sigue estando todavía en las cosas por hacer.
El día que vi amanecer en el desierto Líbico, que forma parte del desierto del Sáhara, me encontraba en una furgoneta que me llevaba de Asuán (en el Alto Egipto) a los templos de Abú Simbel , en la región de Nubia (a pocos kilómetros de la frontera con Sudán).
Debido a las altas temperaturas que se alcanzan en estas zonas de Egipto, las visitas se realizan normalmente por la mañana temprano, por lo que hay que levantarse bien pronto (a eso de las 3 de la madrugada) para salir en el convoy de Asuán que recorrerá casi 300 km a través de una carretera interminable por el desierto.
Tenía por delante más de 5 horas de viaje al más puro estilo de los coches de los autos locos. Adelantando camiones, coches, yendo a unas velocidades impensables teniendo en cuenta el estado de la carretera… Baches, botes, sustos y algún que otro coscorrón en la ventanilla fueron mis compañeros de viaje. Pero a pesar de todo, mereció la pena. No sólo por lo espectacular de Abú Simbel, sino por dos pequeños detalles más: el cielo estrellado y el amanecer en el desierto.
De lo primero no tengo ninguna foto. Imposible fotografiar el cielo desde una furgoneta a más de 90 km/h. Pero he de decir que es una de las cosas más bonitas y emocionantes que he visto nunca. Todo a oscuras a mi alrededor, tan solo los faros (poco potentes) de nuestro coche iluminando tímidamente la carretera; lejanas las luces del resto de coches que conformaban el convoy, apenas visibles; y arriba… millones y millones de puntos de luz que se extendían allá por donde me llegaba la vista, hasta el horizonte. No me cansaba de mirar y mirar.
Estaba fascinado.
Íbamos comiéndole minutos al tiempo y kilómetros a la carretera, pero yo seguía allí, medio tumbado en el coche, con la vista clavada en el cielo… El sueño empezó a hacerse fuerte y me dejé llevar, cayendo en un sueño superficial, roto siempre por los bruscos movimientos del vehículo. Me despertaba en cada bache que pillábamos, por lo que era casi imposible dormir. Esperaba paciente para ese amanecer en el desierto que tantas ganas tenía de ver.
Y en el momento en que menos me lo esperaba, el cielo empezó a cambiar de tonalidades en el horizonte.
Pegué mi cabeza al cristal de la ventanilla, al igual que lo hacía de pequeño, en el cristal de la puerta de mi casa, cuando comenzaba a nevar en Villacarillo. Tuve sensaciones del pasado. Me sentía expectante, no por ver los copos caer sino por ver los primeros rayos de sol al fondo, que empezaban a iluminar la oscuridad y a definir el extenso y monótono paisaje de arena que me rodeaba allá por donde mirara.
Estaba emocionado. Ver la inmensidad del desierto después de haber visto el infinito cielo estrellado hizo que me sintiera pequeño, muy pequeño.
En esos momentos me encontraba lejos de casa, cruzando un mar de arena muy distinto al mar de olivos donde nací. Me acordaba de aquellos viajeros que no viajaron nunca, de mi familia… de mis amigos, dos de los cuales estaban a mi lado, rendidos por el sueño.
La luz iba ganando la partida a la oscuridad mientras yo seguía sumido en mis recuerdos, contemplando, por fin, un amanecer en el desierto.
2 comentarios:
Energia en estado puro...ahí mismo la tenemos y lo que nos cuesta buscarla siendo gratis. No hay nada más revitalizante que desprenderse de lo artificial y recargarse con lo puro, lo natural. Sol, aire, agua, arena...Como los recuerdos que me han venido ahora mismo, los madrugones con mis amigos Rafa y Shirley para ver un simple amanecer en una playa cerca de Barcelona, seguido de un baño en el mar, tanto en invierno como en verano, y ya renovados disfrutar de un buen desayuno en el chiringuito de turno. Mi sol, mi arena y si a mí me hace falta mi mar...de agua salada.
Es curioso lo que comentas de la energía... Muchos dicen que en Egipto hay una "energía" especial; de hecho, una de las personas que conocí allí me estuvo contando cosas relativas al tema.
Me alegra que el post te haya hecho recordar buenos momentos... Ya veo que a ti te hace falta tu mar de agua salada, jeje, como a mí mi mar de olivos.
Un saludo muy grande, gracias por tu comentario y perdona por no haberte respondido antes.
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