El puente de Carlos IV (Karluv most, en checo) es sin lugar a dudas uno de los monumentos más famosos de Praga, la capital de la República Checa, junto con el conocido Reloj Astronómico.
Se trata del puente más antiguo de la ciudad y el segundo más antiguo del país. Empezó a ser construido en 1357 (cuando el rey Carlos IV dio su visto bueno), para conectar las dos orillas que separan el río Moldava, tal y como hacía el antiguo puente de Judith, que quedó destruido en 1342 por unas inundaciones. Su construcción duró hasta el año 1402 y dicen que se usaron yemas de huevo para ayudar a hacer el mortero. Desde entonces y hasta el año 1870 se le conoció simplemente con el nombre de puente de piedra o puente de Praga y era la principal vía de comunicación entre la Ciudad Vieja (Staré Mesto) y la Ciudad Pequeña de Praga (Malá Strana). De hecho, el puente de Carlos tuvo en su día hasta 4 carriles para el paso de carruajes. Además estuvo abierto al tráfico rodado hasta la década de 1960, si bien hoy en día es exclusivamente peatonal.
Para mí, cruzar los 516 metros que mide el puente de Carlos fue toda una experiencia. Parecía estar en un escenario de película. La piedra negra del puente, las torres góticas que flanquean su entrada a ambos lados de las orillas y la presencia de las estatuas de santos erigidas en sus laterales daban un aire un tanto tétrico a la escena. Como cuenta una leyenda, parecía que las estatuas iban a tomar vida e iban a empezar a moverse. Si a esto le añadimos el cielo gris, pesado, y la poca luz que había aquella mañana de invierno, la sensación era aún más sobrecogedora.
El único problema es que al ser un lugar muy frecuentado por los turistas, a veces pierde ese encanto y esa atmósfera de misterio. No es lo mismo verlo a primera hora de la mañana, cuando lo cruzan casi exclusivamente personas locales que van de camino al trabajo, que verlo en las horas centrales del día o al atardecer, cuando da la impresión de estar en un parque temático: fotografías de grupo, puestos de bisutería improvisados, hordas y hordas de turistas siguiendo al guía de la excursión organizada...
En mi opinión, el mejor momento para cruzar el puente de Carlos es de noche, tarde en la noche, cuando Praga saca a relucir sus sombras, sus sonidos huecos provenientes de callejuelas, cuando la ciudad empieza a mimetizarse con la oscuridad y la negrura de sus edificios de piedra.
Cómo llegar al puente de Carlos de Praga
El puente de Carlos se levanta sobre las aguas del río Moldava. Es fácil llegar a él desde la Ciudad Vieja o la Ciudad Pequeña siguiendo las numerosas señales informativas para los viandantes. No obstante, muchas de ellas están en checo. Así que, presta atención a aquellas que indiquen Karluv most, el equivalente checo de puente de Carlos.
La estación de metro más cercana al puente de Carlos es la de Staromestska, correspondiente a la línea A.
En tranvía, se pueden tomar las líneas 17 o 18 y parar en Krizovnicke namesti.
Precioso puente y preciosas tus fotos, le hacen de verdad justicia. La verdad es que yo no tuve ninguna oportunidad de fotografiarlo sin apenas gente…
ResponderEliminarSaludos
Elena, a mí me costó muchísimo verlo sin que estuviera atestado de personas. Tuve que madrugar bastante y pasarme por la noche también, pero mereció mucho la pena.
ResponderEliminarGracias por el comentario! Nos leemos!