Viajar a París siempre me ha gustado. Puedo decir que París y yo tenemos una relación especial. De hecho, la capital francesa fue mi primer gran viaje internacional. Tengo muy bien recuerdo de aquello. Tenía unos 11 años y era la primera vez que salía de España y que tomaba un avión. Los nervios no me dejaron dormir la noche anterior al vuelo, no podía dejar de imaginar cómo se vería la tierra desde el cielo (indicio de mi pasión por mirar por la ventanilla del avión siempre que tengo que montarme en una aeronave).
Esa primera vez en la que tuve que volar a París lo hice con mi familia y al llegar al aeropuerto Charles de Gaulle y empezar a oír hablar francés tuve claro que yo de mayor tenía que aprender a hablar muchos idiomas y que tenía que volver de nuevo por allí... Y con el tiempo, así fue, ya que mis estudios de Traducción e Interpretación me llevaron a Francia, donde viviría durante una temporada. Estuve estudiando en Tours, una ciudad al suroeste de París, por lo que mis visitas a la capital fueron bastante frecuentes, gracias a la cercanía entre las dos ciudades y a lo que por aquel tiempo era uno de mis mayores tesoros: la Carte 12-25, una especie de carné joven con el que podía comprar tickets de tren con descuentos.
Una vez pasada mi época de estudiante, París y yo nos distanciamos. No volví por allí hasta 7 años después.
La noche anterior a mi reencuentro con la ciudad, tuve sensaciones muy similares a la primera vez que la visité. Una especie de nostalgia y emociones contenidas me impedían conciliar el sueño, pero entonces no pensaba en cómo sería aquello de volar, sino que se me venían a la cabeza imágenes y sonidos que quedaron grabados en mi memoria en cada una de mis visitas previas a la ciudad, como las risas con mis amigos mientras comíamos pan con Nutella haciendo cola para subir a la Torre Eiffel o aquel atardecer a orillas del Sena.
Al día siguiente, una vez montado en aquel avión de Easyjet que me llevaría a París, los recuerdos me seguían bombardeando.
Me acordaba de la primera vez que vi la majestuosa catedral de Notre Dame, altiva pero más pequeña de lo que imaginaba, junto al río, a cuyas puertas siempre hay colas interminables para entrar en su interior.
Por un momento, cerré los ojos e imaginé el olor de un buen croissant francés, de esos que al morderlos se deshacen en el paladar en láminas y aprecias a la perfección el sabor de la mantequilla... De aquí, me transporté al mercado de Maubert, uno de los más antiguos de París. Quesos, coloridas verduras, fruta...
Ahora me encontraba en el corazón del Quartier Latin, junto al Pantéon de París, ese edificio enorme donde se encuentran enterrados grandes personalidades ilustres de la historia de Francia.
Y al recordar el blanco de ese edificio, me vi trasladado al Sacré Coeur, la veleta que corona el barrio de Montmartre y que preside la Ciudad de la Luz desde esta colina.
Y claro, acordarse de Montmartre es verse envuelto de bohemia, arte urbano y escaleras y más escaleras... Ya me imaginaba subiendo por ellas cuando la voz de la azafata avisando de que en breve aterrizaríamos sobre París me sacó de entre mis recuerdos.
"Qué viaje tan corto", pensé. Pero el viaje real y el reencuentro con aquella parte de mi pasado estaba a punto de comenzar.
9 comentarios:
Ay... la 12-25, qué recuerdos... Lástima que, como siempre, yo llegara tarde y me fuera a vivir a París con 26 :)
La del granizado del Mercadona, again
Bonitas fotos. Me ha traído muchos recuerdos. Yo también soy fan de París ;D
@La del granizado, que mala suerte que no llegaras a tiempo, jeje. La 12-25 te hubiera venido fenomenal para viajar en tren por Francia.
@Marta, me alegro de que te hayan gustado las fotos. Por cierto, ya somos 2 fans de París!
Muchísimas gracias por hacerme volver a París con tu relato! Es una ciudad muy intensa y especial :)
Marianita, para mí es un placer que el relato te haya hecho volver a París! Un saludo y gracias por el comentario!
;)
Como decía Hemingway, hay q ir a París fe joven y vivir allí. Después, París te acompañará toda la vida :) Yo me fui de Erasmus hace un par de años y aunque la propia ciudad me quitó muchos tópicos parisinos (como q todo es súper glamuroso y romántico y agradable por todas partes) (bueno, he exagerado 1 poco, jejej) estoy de acuerdo con Hemingway. París deja huella a quien la vive, sea la q sea. Me ha encantado el post, José Luis! Sigue así!
Margarita, no hay nada mejor que vivir en un lugar para quitarte los mitos de la cabeza (o crearte otros nuevos...). Me alegra que te haya encantado el post. Nos leemos!
Wow! nostaaalgia.... <3 yo vivo en méxico y no veo la hora de volver a mi adorada ciudad.... desde la primera vez que vi la torre eiffel hace 7 años...cada vez que he vuelto es mi parada obligada..le champ de mars, trocadero...y por supuesto le XVIIIeme arrondisement..donde tuve la suerte de vivir varios meses, sin duda uno de mis favoritos.
Y es bien cierto, más que los mitos clásicos parisinos, solo los verdaderos amantes de las ciudades antiguas, bohemias, con callejones y llenas de arte..quedan impregnados del verdadero significado de Paris. Puentes, escenarios, ambiente, sentarse a "prendre un verre" en un café viendo a la gente pasar..moulin rouge, pigalle con todo el cliché y tabú que encierra...wow simplemente increible.. la conozco de lado a lado, pero no me canso...me fascinaria volver..espero hacerlo pronto :) saludos!!
Marie France
Marie, se nota que eres una enamorada de tu ciudad! Muchas gracias por tu comentario.
Estoy viendo que este post suscita mucha nostalgia y evoca los recuerdos de los que han pasado por París. Me alegra sentir que puedo trasladar a la gente, hacerlas viajar con tan solo leer un post. En realidad, ese es uno de los principales motivos por los que escribo.
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