Caminé hasta una de las entradas del parque y ante mí se abría una enorme explanada rectangular repleta de árboles sumidos en la tan familiar neblina fría del invierno pequinés.
Uno de los caminos porticados que conducían al lugar donde se dibujaba la silueta circular del templo estaba atestado de gente local jugando a las cartas, fumando, hablando o simplemente observando las jugadas de los demás.
Una vez llegado al final del camino, pude ver la construcción más famosa del conjunto arquitectónico del Templo: el Pabellón de la Sala de la Oración por la Buena Cosecha, un edificio circular de 30 metros de diámetro y 38 metros de altura, construido en 1420 y usado, tanto por la dinastía Ming y Quing, para orar por las cosechas y dar las gracias al cielo por los frutos obtenidos. El edificio está construido sobre tres terrazas circulares de mármol blanco, que contrasta con el color azul de las tejas de los tres niveles del tejado y el rojo de los muros.
El lugar está cargado de una gran simbología. Así, el edificio consta de 28 enormes columnas de madera: 12 de ellas representan los meses del año, otras 12, las horas del día, y las últimas 4 hacen referencia a las estaciones del año.
Actualmente el Templo del Cielo de Beijing forma parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Para entrar al parque debes pagar unos 10-15 yuanes, dependiendo de si es temporada alta o no. La entrada al Templo del Cielo cuesta 20 yuanes.
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