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lunes, 11 de julio de 2011

Zaragoza y el Alma del Ebro

Zaragoza es una ciudad que tiene una relación muy especial con el río que la vio nacer: el río Ebro. Allá por donde vayas sientes la importancia que el agua, y el río concretamente, tienen en el presente y en el futuro de la ciudad. Pero el gran valor del Ebro viene de mucho tiempo atrás, tanto es así que sería el nombre original del río (Iber) el que dio nombre a nuestra península Ibérica.


Caesar Augusta, nombre dado por los romanos a la actual Zaragoza, nació y se desarrolló en torno a la vida del importante puerto fluvial, que conectaba la colonia romana con el mar Mediterráneo.  Se trataba pues de una vía de transporte de mercancías de suma importancia en aquella época.

Con el paso del tiempo el majestuoso y caudaloso Ebro, que fluye parsimonioso cruzando la ciudad de Zaragoza, ha sabido conservar su prestigio y personalidad, hasta tal punto de que el escultor Jaume Plensa construyó una obra en su honor con motivo de la Exposición Universal de Zaragoza 2008, dedicada al agua. Exactamente, la escultura recibe el nombre de “El Alma del Ebro”. Está junto al Palacio de Congresos Expo, cerca del Pabellón Puente. Se trata de una composición de numerosas letras blancas de acero inoxidable que se entrelazan y combinan entre sí generando la forma de una persona sentada, con las piernas recogidas, en actitud reflexiva.


Lo primero que me llamó la atención al ver la escultura a lo lejos fue su tamaño. El Alma del Ebro mide unos 12 metros de alto por 7,5 metros de ancho. Conforme me fui acercando, la forma tan clara de la persona que se distinguía a lo lejos, fue dando paso a un juego de letras de un blanco fuerte conectadas de una forma armoniosa, desafiando la gravedad, que contrastaban con el azul intenso del cielo de una tarde de verano. Estar delante de la escultura impone. Hay algo intrigante en ella. Es bella, pero a la vez me generó algo de desasosiego, una clara invitación a una mirada hacia dentro. Supongo que el silencio del caluroso verano y lo solitario que estaba el lugar acentuaban estas sensaciones.

La escultura está abierta por el frente, por lo que se puede acceder al interior y contemplarlo todo desde una perspectiva totalmente diferente a la que se tiene desde fuera. Una vez dentro, rodeado por todas las letras que configuran la obra, es cuando adquiere sentido el nombre de la misma. En ese hueco sientes cómo la estructura protege la fragilidad del alma, esa alma de un río, el Ebro, que da vida a la ciudad de Zaragoza y su provincia.






  El autor José Luis es un andaluz afincado en Barcelona desde hace ya un tiempo. Su pasión es descubrir nuevas culturas, viajar y escribir. Por ello realizó estudios de traducción e interpretación, una forma bastante acertada de aunar estas tres aficiones. Se define como una persona inquieta y curiosa, adicto a los viajes y al chocolate y amante del deporte, sobre todo el tenis. Prefiere los lugares tranquilos y solitarios y los rincones por descubrir.

1 comentarios:

Buenos días José Luis.
En mi página he escrito varios artículos sobre mi ciudad, Zaragoza, y de hecho varios giran en torno a un recorrido por las riberas del Ebro a su paso por la ciudad. Me permito incluir aquí el enlace para quien esté interesado en profundizar sobre ello: http://lagartorojo13.blogspot.com.es/search/label/Zaragoza
No obstante, quiero animarte a que sigas escribiendo sobre Zaragoza y ayudando a hacerla conocer.
Un saludo.

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